Me tengo que operar.
¿Debería ir a un osteópata?
La respuesta es sí.
La experiencia ha revelado que son muchas las ocasiones en las que un problema puede ser atajado a través de terapia manual sin necesidad de un quirófano (no sólo en el marco de la osteopatía). Y el razonamiento que alumbra tal idea es sencillo: la filosofía osteopática declara que el osteópata debe atacar el problema desde su origen (u orígenes: a veces varias alteraciones causan un único problema) no desde su efecto (lo que es más perceptible y objetivo, y, esencialmente, lo que se considera a operar). Se ha contrastado que mediante la aplicación de este concepto, la queja del paciente cede completa o parcialmente la mayoría de las veces.
Para las ocasiones en que la cirugía sea la única opción, es positivo antes tratarse manualmente, unas dos o tres sesiones, dos o tres meses antes de la operación. La normalización de la tensión del tejido a intervenir repercute eficientemente en la operación. Precisar que un osteópata para armonizar la tensión de cualquier tejido no maniobra únicamente sobre él mismo, haciéndolo también en tantos otros que puedan guardar alguna relación de tensión con éste, comprometiéndole indirectamente.
Cuando un paciente es asistido en una operación, tras la misma también es aconsejable el tratamiento manual. En este caso, el paciente debe cuidarse en respetar todas y cada una de las pautas del cirujano. El postoperatorio y la fase de rehabilitación deben realizarse bajo consejo y supervisión médica (siempre). El paciente se hallará bajo tutela médica hasta que éste lo considere oportuno. Sólo entonces, el paciente podrá optar por un tratamiento osteopático (o cualquier otro).